sábado, 29 de diciembre de 2012

Odette

A los que les gustaban las antigüedades, les gustaban los versos, despreciaban los cálculos mezquinos, soñaban con el honor y el amor, ella los ponía en una elite superior al resto de la humanidad. No era necesario que tuvieran realmente esos gustos con tal que los proclamaran; de un hombre que le había confesado en una cena que le gustaba deambular, ensuciarse los dedos en los negocios viejos, que él nunca sería apreciado por este siglo comercial porque no le preocupaban sus intereses, y que por eso era de otros tiempos, ella volvía a su casa diciendo: "¡Pero es un alma adorable, un sensible, nunca lo había imaginado!" y sentía por él una inmensa y repentina amistad. Pero en cambio, los que, como Swann, tenían esos gustos pero no hablaban de ellos, la dejaban fría.


Por el camino de Swann
Marcel Proust

Ventanas

 
 
La tarde en que me asomé definitivamente a esta ventana una mujer sola con una malla roja tomaba sol entre las sábanas recién tendidas; lo supuse porque había aire y no se movían en la soga. Tenía una toalla de colores vivos atada a la cabeza y en la misma terraza un perro ovejero parecía muerto de un tiro. Me asomé, tuve el mismo miedo de siempre a la altura, el mismo desasosiego ante la posibilidad y tentarme. Ahora busco la manera de acomodar mis libros -les descubro señales de otro tiempo-, colgué el mismo Klee del final que se te resistía, y poco a poco la pieza en este quinto piso imprevisible va cobrando un olor que reconozco a fuerza de Particulares Livianos y la yerba dentro del plato que siempre me olvido de sacar. Todavía hoy puede ocurrir que me acerque a la ventana y apenas comprenda de qué forma han pasado todos estos años; por una especie de juego demasiado sutil, de fidelidad al recién llegado, algo en mí se resistiría a terminar con tus enaguas puestas a secar sobre la cocina de kerosén, con el sonido de tu orín en el bañito compartido.


Nosotros dos
NÉSTOR SÁNCHEZ