miércoles, 11 de enero de 2012

Más ventanas


A veces iba hasta la ventana y levantaba un rincón de la cortina. En un charco de oro, seguidas por su institutriz, yendo a catecismo o a clase, habiendo depurado de su andar ligero todo movimiento involuntario, veía pasar a esas muchachas moldeadas sobre una carne preciosa que parecen formar parte de una pequeña sociedad impenetrable.

Marcel Proust, Contra Sainte-Beuve.