domingo, 11 de diciembre de 2011
sábado, 5 de noviembre de 2011
CONTRALUZ
Se prolongó durante un mes. Aquellos que lo tomaron por una señal cósmica se encogían bajo el cielo cada anochecer, imaginándose catástrofes cada vez más disparatadas. Otros, para los que el naranja no parecía un tono propiamente apocalíptico, se sentaban al aire libre en bancos públicos, leían tranquilamente y se acostumbraban a la curiosa palidez. A medida que pasaban las noches y no ocurría nada y el fenómeno se iba desvaneciendo lentamente, la noche recuperó los violetas oscuros de siempre, y la mayoría tuvo dificultades para recordar la previa euforia del corazón, la sensación de apertura y posibilidad, y volvió otra vez a buscar únicamente el orgasmo, la alucinación, el estupor, el sueño, para que los ayudaran a pasar la noche y a prepararse contra el día.
Thomas Pynchon, Contraluz.
martes, 4 de octubre de 2011
miércoles, 7 de septiembre de 2011
martes, 14 de junio de 2011
Los baños del bar San Bernardo
Lucas
hijo
mirá
nosotros en risa decimos
los baños del bar San Bernardo
son uno de Los Siete Adefesios del Mundo
hay que entrar con escafandra
esos grafitis
All Boys corriste
Vanina tragaleche y su teléfono encima
de los cinco mingitorios sarcófago nave
huellas del yeti en el retrete
y una canilla sola
estrangulada con alambre
que igual gotea
ocre sobre loza pálida
bajo un cielo de hongos a lo Pollock
Lucas vos te reís
pero ahí
entre viejos judíos prostáticos siempre gritando por un dominó
y sus nietos con acné de reojo en el espejo rajado
enanos japoneses
paraguayos extra large tuertos del pucho
tipos que pierden el pelo y el peine
putos de ojeras jopo negro como cuervos
nauseosos náufragos insomnes
naftalina y fluido Manchester
ahí
más que en San Marcos Sierra o en el Tíbet
te puede fulminar una iluminación
martes, 31 de mayo de 2011
lunes, 18 de abril de 2011
viernes, 11 de marzo de 2011
Entrevista publicada en el diario Los Andes de Mendoza
Por Augusto Munaro.
El barrio porteño de Villa Crespo ha dado a Leopoldo Marechal, eximio poeta y novelista argentino del siglo XX, el contexto urbano apropiado para su Adán Buenosayres, monumento verbal insuperable, y una de las novelas en clave más transgresoras y sólidamente construidas en nuestra lengua.
Los personajes Adán, Pereda, Tesler y Schultze deambulan trepidantes por sus capítulos encarnando el habla porteña a través de episodios inusuales, sin despreciar un inolvidable descenso a los infiernos (capítulo luego denostado por los ofendidos –y furibundos- “colegas” martinfierristas).
Casi un siglo después, otro escritor en la misma ciudad, ha retomado la hazaña de lanzarse a conquistar una novela de aliento épico. Mariano Fiszman (Bs.As. 1965) con Muñecas 970 (Ed. El 8vo. Loco), ha continuado esa búsqueda simbólica de algunos temas constantes, como el de la salvación del hombre y la experiencia purificadora a través de un viaje purgativo rico en imágenes inesperadas.
El argumento es tan extraño como ambiguo. En el mencionado barrio arrabalero de Villa Crespo, en un caserón ubicado precisamente en Muñecas 970, compuesto por varios departamentos en donde viven Ma, Vidal, Milton y la familia Nascate; una tormenta lo arrancará literalmente de sus cimientos para llevarlo río arriba entre las aguas de la inundación, hacia la selva, en una innovadora aventura narrativa. La novela no tarda en madurar su estructura polifónica, pues incorpora registros que van de lo grotesco a la epopeya.
Así lo dramático y lo lírico hallan su cause a través de un lenguaje cuidado pero que, a menudo, desarticula la sintaxis convencional. Fiszman trabajó en el texto una década, hasta otorgarle al hilo narrativo lo que pocos alcanzan: una cadencia única. Hay destellos de Faulkner y Onetti, pero también se oyen los ecos inconfundibles de su maestro y amigo, el escritor Néstor Sánchez. Autor que, como Fiszman, no intentó salirse nunca del territorio de la poesía.
-Muñecas 970 es una novela muy relacionada con el agua...
-Sí. Nuevas cenizas estaba relacionada con el fuego y Muñecas 970 con el agua. Surgió de una imagen, la de una casa que durante una inundación se desprende de la tierra y sale navegando, que es algo fantasioso pero hasta ahí porque vivo en un barrio que cada tanto se inunda, entonces los coches flotan, pasan hombres buzos por la vereda, gomones. Es como un carnaval, las calles de siempre se disfrazan de río por unas horas, a los chicos les encanta.
Después fueron apareciendo más imágenes y escenas acuáticas, el pez de mi apellido (el primer título de la novela, sacado de Macedonio, era El pez náufrago, después se llamó Música acuática, y muy al final Muñecas 970), sueños, eso que dicen de que el cuerpo humano es casi todo agua, igual que el planeta, además el narrador es un feto, un ser flotante...
-Entiendo que tuvo un período de diez años de escritura. ¿A qué se debió la dilación?, ¿cuáles eran los aspectos estéticos que más le interesó explorar al escribirla?
-Soy lerdo para escribir desde que iba a primer grado y me perdía medio recreo terminando de copiar del pizarrón. Ya de grande soy lerdo para darme cuenta qué estoy escribiendo, de qué se trata, qué forma le conviene. Reescribo muchas veces cada cosa, y sobre todo, nunca empiezo a escribir con un plan previo, nunca conozco la historia desde el principio, me aburriría, así que al escribir iba atrás de lo que apareciera, a veces manoteaba un salvavidas o me enganchaba a una lancha y avanzaba unos renglones...
Pero en esos diez años no me dediqué solo a este texto; terminé y publiqué un libro de cuentos, El antílope, pasaron dos reescrituras de Nuevas Cenizas, que apareció en el 2002, empecé y terminé de escribir una novela en colaboración con Roberto Raschella, La historia que nunca les conté, que salió en el 2005... O sea que iba alternando cosas, por épocas. Igual parece mucho, pero si lo que escribís está afuera del circuito comercial, que tiene otras exigencias, ¿qué importa cuánto tardás? Si no es una carrera.
Para leer la entrevista completa:
http://www.losandes.com.ar/notas/2011/2/12/mariano-fiszman-viaje-arriba-550114.asp
El barrio porteño de Villa Crespo ha dado a Leopoldo Marechal, eximio poeta y novelista argentino del siglo XX, el contexto urbano apropiado para su Adán Buenosayres, monumento verbal insuperable, y una de las novelas en clave más transgresoras y sólidamente construidas en nuestra lengua.
Los personajes Adán, Pereda, Tesler y Schultze deambulan trepidantes por sus capítulos encarnando el habla porteña a través de episodios inusuales, sin despreciar un inolvidable descenso a los infiernos (capítulo luego denostado por los ofendidos –y furibundos- “colegas” martinfierristas).
Casi un siglo después, otro escritor en la misma ciudad, ha retomado la hazaña de lanzarse a conquistar una novela de aliento épico. Mariano Fiszman (Bs.As. 1965) con Muñecas 970 (Ed. El 8vo. Loco), ha continuado esa búsqueda simbólica de algunos temas constantes, como el de la salvación del hombre y la experiencia purificadora a través de un viaje purgativo rico en imágenes inesperadas.
El argumento es tan extraño como ambiguo. En el mencionado barrio arrabalero de Villa Crespo, en un caserón ubicado precisamente en Muñecas 970, compuesto por varios departamentos en donde viven Ma, Vidal, Milton y la familia Nascate; una tormenta lo arrancará literalmente de sus cimientos para llevarlo río arriba entre las aguas de la inundación, hacia la selva, en una innovadora aventura narrativa. La novela no tarda en madurar su estructura polifónica, pues incorpora registros que van de lo grotesco a la epopeya.
Así lo dramático y lo lírico hallan su cause a través de un lenguaje cuidado pero que, a menudo, desarticula la sintaxis convencional. Fiszman trabajó en el texto una década, hasta otorgarle al hilo narrativo lo que pocos alcanzan: una cadencia única. Hay destellos de Faulkner y Onetti, pero también se oyen los ecos inconfundibles de su maestro y amigo, el escritor Néstor Sánchez. Autor que, como Fiszman, no intentó salirse nunca del territorio de la poesía.
-Muñecas 970 es una novela muy relacionada con el agua...
-Sí. Nuevas cenizas estaba relacionada con el fuego y Muñecas 970 con el agua. Surgió de una imagen, la de una casa que durante una inundación se desprende de la tierra y sale navegando, que es algo fantasioso pero hasta ahí porque vivo en un barrio que cada tanto se inunda, entonces los coches flotan, pasan hombres buzos por la vereda, gomones. Es como un carnaval, las calles de siempre se disfrazan de río por unas horas, a los chicos les encanta.
Después fueron apareciendo más imágenes y escenas acuáticas, el pez de mi apellido (el primer título de la novela, sacado de Macedonio, era El pez náufrago, después se llamó Música acuática, y muy al final Muñecas 970), sueños, eso que dicen de que el cuerpo humano es casi todo agua, igual que el planeta, además el narrador es un feto, un ser flotante...
-Entiendo que tuvo un período de diez años de escritura. ¿A qué se debió la dilación?, ¿cuáles eran los aspectos estéticos que más le interesó explorar al escribirla?
-Soy lerdo para escribir desde que iba a primer grado y me perdía medio recreo terminando de copiar del pizarrón. Ya de grande soy lerdo para darme cuenta qué estoy escribiendo, de qué se trata, qué forma le conviene. Reescribo muchas veces cada cosa, y sobre todo, nunca empiezo a escribir con un plan previo, nunca conozco la historia desde el principio, me aburriría, así que al escribir iba atrás de lo que apareciera, a veces manoteaba un salvavidas o me enganchaba a una lancha y avanzaba unos renglones...
Pero en esos diez años no me dediqué solo a este texto; terminé y publiqué un libro de cuentos, El antílope, pasaron dos reescrituras de Nuevas Cenizas, que apareció en el 2002, empecé y terminé de escribir una novela en colaboración con Roberto Raschella, La historia que nunca les conté, que salió en el 2005... O sea que iba alternando cosas, por épocas. Igual parece mucho, pero si lo que escribís está afuera del circuito comercial, que tiene otras exigencias, ¿qué importa cuánto tardás? Si no es una carrera.
Para leer la entrevista completa:
http://www.losandes.com.ar/notas/2011/2/12/mariano-fiszman-viaje-arriba-550114.asp
viernes, 14 de enero de 2011
WATT
Pero Watt no oía nada, a causa de otras voces que le iban cantando, gritando, diciendo y murmurando cosas incomprensibles al oído. Esas voces, si bien no le eran conocidas, no le eran desconocidas tampoco. Así que no se alarmaba desmesuradamente. A veces solamente cantaban, otras veces solamente gritaban, otras solamente decían, otras solamente murmuraban, otras cantaban y gritaban, otras cantaban y decían, otras cantaban y murmuraban, otras gritaban y decían, otras gritaban y murmuraban, otras decían y murmuraban, otras cantaban y gritaban y decían, otras cantaban y gritaban y murmuraban, otras gritaban y decían y murmuraban, otras cantaban y gritaban y decían y murmuraban, todas juntas, al mismo tiempo, como entonces, por no hablar más que de esas cuatro clases de voces, ya que había otras. Y a veces Watt entendía todo, y otras entendía mucho, y otras entendía poco, y otras no entendía nada, como entonces.
Samuel Beckett, Watt.
Samuel Beckett, Watt.
miércoles, 5 de enero de 2011
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