sábado, 5 de noviembre de 2011

CONTRALUZ



Se prolongó durante un mes. Aquellos que lo tomaron por una señal cósmica se encogían bajo el cielo cada anochecer, imaginándose catástrofes cada vez más disparatadas. Otros, para los que el naranja no parecía un tono propiamente apocalíptico, se sentaban al aire libre en bancos públicos, leían tranquilamente y se acostumbraban a la curiosa palidez. A medida que pasaban las noches y no ocurría nada y el fenómeno se iba desvaneciendo lentamente, la noche recuperó los violetas oscuros de siempre, y la mayoría tuvo dificultades para recordar la previa euforia del corazón, la sensación de apertura y posibilidad, y volvió otra vez a buscar únicamente el orgasmo, la alucinación, el estupor, el sueño, para que los ayudaran a pasar la noche y a prepararse contra el día.

Thomas Pynchon, Contraluz.

Galería: Noviembre 11


Contraluz, de Fortunato Lacámera.